Dicen de los calvos que son atractivos y buenos amantes. ¡Que remedio!
Sí claro. Por supuesto. Cómo no. Con algo ha de recompensarte el karma por la pérdida total o parcial del cabello.
Aunque pensándolo bien, gran parte de la gente a la que admiro profundamente, sufre una alopecia galopante.
Yoda. O la sabiduría mas excelsa de la galaxia bajo cuatro pelos.
Mi bien amado John Waters, cuya cabeza pelona como un melón de Villaconejos sigue siendo tanto o más desternillante e inteligente, que cuando lucía esa grasienta greña parda que le colgaba por debajo las orejas.
Phil Spector. Para servidor, dios en vida, y efectivamente, tan calvo como un mono. Aunque él lo lleva un poquito peor que Johnny o Yoda, y pasa noches en vela cardando sus pelucones en presidio, mientras recuerda con nostalgia el olor de la laca que compartía con su Ronnie en aquellos bolos de las Ronettes, allá por los felices sesenta.
La calvicie pese a lo que muchos piensan, y vengo aquí para desmentirlo. No supone una tortura para todo aquel que la padece. Los calvos al contrario de quienes tienen hemorroides, no sufrimos en silencio. Cuando sufríamos era a grito pelado …y nunca mejor dicho.
No voy a negar que cuando el jardín comienza a secarse, uno lo pasa un poco mal. Pero conlleva consecuencias tanto positivas. Como el ahorro en peines, champús, mascarillas, y demás potingues.
Y a cambio de todo ese dineral que sería empleado en cosmética del pelo, mi biblioteca (como se dice en publicidad capilar), va aumentando notablemente su volumen día tras día.
Los calvos siempre han sido seres admirables.
Desde el doctor Maligno a Kojak (¿Qué otro hombre de la tele, ha tenido su propia marca de Chupa-chups?). Desde Yul Brynner a tu padre.
O qué decir de otros calvos insignes de la cultura, el arte o el espectáculo.
Focault, ese cabezón verdadera y literalmente brillante.
Freud, Picasso, Borges, Góngora, Homer Simpson o sin ir mas lejos, querido Fiodor de frente despejada, extensa prosa y tendencia ludópatosuicida.
Calvos tan dispares y temidos como Voldemort. ¡Eso sí es un mago, leñe! y no sus némesis Harry Potter. Niñato con su potra para todo y flequillo de mierdaseca a lo Justin Bieber.
Calvos tan queridos y esperados, como el de la lotería. ¿Quién no quiere que le toque ese pelón y le caigan unos kilillos en el gordo de navidad…?
Voy a Romper una lanza a favor de la alopecia androgénica masculina.
Hombres de la Rusia más castiza, olvidad las permanentes, la Propecia, las melenas suecas al viento y aquello de peinarse con raya a un lado.
Ser calvo es sinónimo de mejora inmediata. ¿Quién prefiere al Bruce Willis de Luz de luna, frente al Bruce titán de Pulp Fiction? ¿O el belicoso flequillo de Hitler contra el pelado pacifismo de Gandhi? ¿Nadie, verdad?
Sabéis que tengo razón. Porque no habrá mal que cien años dure. Pero a los cien años, todos calvos.
Hasta Falete.
Yul Brynner. Quintaesencia del calvismo elegante.
Sean Connery. Orgullo de cartón.
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