miércoles, 30 de abril de 2014

Todos somos macacos…

A la gente sencilla le gustan principalmente tres cosas: El fútbol, las series de televisión, y los selfies. 

Lo sabemos bien, porque todos tenemos Facebook, Twitter, o ambos. Y vivimos sobresaturados entre tanta información acerca de los hábitos de consumo de nuestros semejantes.

Hay demasiada obsesión por el fútbol. Amigos, conocidos, incluso vecinos, de los cuales, nunca hubieses llegado ni siquiera a sospecharlo. 
Pero, este boom balompédico es así desde hace relativamente poco, o eso creo yo. 

Nunca digas abiertamente que aborreces el fútbol, si no quieres ser tratado sin más, como un marica hipster marginal, o una leprosa social. 
Es aconsejable hacerse el sueco cuando se aborda el tema y se presenta la ocasión. 
En ese momento, quizá deberías salir a fumar, alegar una demencia senil transitoria o como último (y doloroso) episodio, huir del bar si fuera preciso. 

Eso sí. En caso de necesidad, para que tu ego masculino o tu vida social queden intactos, plantéate seriamente alguna de las siguientes opciones: 

1. Hazte del Madrid. 
Sobretodo, si te consideras una persona como dios manda. Tradicional, practicante y desahogada (esto último, tampoco es necesario del todo).

2. Hazte del Barça. 
Si eres Pop, entusiasta de la vida (sin entrar en términos antiabortistas), y no te importa lo más mínimo perderte un concierto del grupo Post-punk de moda, en pos de ver a tu equipo en cualquier pantalla del Primavera Sound.

3. Hazte del Atleti, del Rayo, del Numancia, Betis, u otros. 
Te pasas de alternativo y outsider. Estás igual de integrado que el resto de opciones, pero con un ánimo más rebelde y combativo (casi perrofláutico). Probablemente tus amigos te dicen que eres un looser, pero te respetan lo mismo… Además de divertíos mutuamente bromeando con pullitas homoéroticas que demuestren quien la tiene más grande. (La capacidad hegemónica de marcar, me refiero).

Caso aparte, son los seguidores y seguidoras del jugador de turno o el guardameta en boga. No les interesa el fútbol precisamente, pero se alegran la vista con su delantero o trasero favorito. Cosa que me parece, por supuestísimo, de lo más legítima. ¿No se divierten de igual manera otros visitando el museo del Prado, el Thyssen, el valle de los caídos, o un Peep show?

No digo que el fútbol sea cosa exclusivamente de hombres, pero bien es cierto que el tiempo y la historia lo han transformado en un ritual, tanto machista y ciertamente homófobo. 
Sería interesante un estudio sociológico y de género en torno al fútbol, que nos ayudase, por ejemplo a entender noticias como la aparecida ayer en el diario Público:

'…Este domingo un espectador del Villarreal-Barça demostró la teoría de que hay más tontos que perros descalzos, y lanzó un plátano al futbolista Dani Alves. Este abyecto gesto, junto a los gritos de “mono”, son tristemente habituales en los campos de fútbol, donde grupos minoritarios pero ruidosos, nos hacen recordar que el racismo no ha sido totalmente superado. Alves respondió riéndose de la situación y le pegó un mordisco al plátano antes de seguir como si nada…'

A este incidente, (ahora viene lo bueno). Responde Mariló Montero (tan mona ella), comiéndose otro plátano en directo, en su programa de las mañanas. Mostrando de esta manera ¿apoyo? al futbolista insultado… 
La verdad. Uno no sabe qué pensar después pasar ese trago. 
A la postre, no sé que resultará más dañino. Si el fútbol en sí, todo el racismo que subyace o la buena de Mariló y su circo… Sí, es cierto compañero Alves, #todossomosprimates. No por raza, condición o sexo, Sino por gilipollas.


No soy demasiado fanático de la ciencia ficción. 
Bastante fantástica e increíble (en el peor de los sentidos), encuentro ya nuestra pobre realidad. 
En cambio, sí lo soy de las series televisivas de ficción (aunque no de todas, claro está). 
Hace tiempo, mi señora se aventuró a decir que las series son el nuevo cine. Y no se equivocaba en absoluto. Cada vez, existen menos diferencias técnicas, y más actor tránsfuga entre un género y otro. Y sin duda, han pasado de ser un mero divertimento en la parrilla de cualquier canal, al principal sistema de ocio regular para el ciudadano de a pie, gracias a internet.

Todo el mundo tiene su serie. Algunos llevan la suya como las almorranas, y sufren en silencio cada semana. Para otros, son cual ladillas. Se enganchan, te pican de forma insufrible, y finalmente, después de irritarte en tus partes, desaparecen para siempre (o casi). 
El caso es, que muchas veces (la mayoría), incluso tu psiquiatra, estaría de acuerdo contigo en que son una de las terapias más baratas que existen contra el tedio y la fatiga diaria.

Ahora mismo, estamos siguiendo varias series a la vez. Mad Men y Hannibal, para ser concretos. ¿Otra coincidencia fortuita con la teoría de las series como nuevo cine?. Yo creo que no.
En el caso específico de Hannibal. (No hago spoiler a nadie con esto). Ese maricón lo tiene todo. Trajes a medida, un refinamiento tan amanerado que embelesa, una cocina de catálogo. Y para más inri, una excelente técnica componiendo música e interpretando (nada más y nada menos), que el puto clavicordio del siglo XV que tiene casualmente en mitad del salón de su casa de AD, donde podrían vivir sin altercados por el espacio, todas las familias gitanas del Ruedo.

Algún defecto tendrá el doctor Lecter ¿no?. Ah sí, que es un caníbal y come carne humana. 
Vale. Aún con todo, el rotis de pierna que salía en el último capítulo, tenía mejor pinta que las albóndigas de mi madre. Y no nos engañemos, da mucho gustico verle cocinar.

De los selfies, casi que no voy a hablar ahora. Para ilustrar el título, y como una imagen vale mas que mil palabras, ahí van unos ejemplos representativos, que hablan por sí solos, y enseñan sí, lo mejor de nosotros mismos.















viernes, 25 de abril de 2014

Mira a una Post-moderna.

Estoy harto de tanta impunidad.

Tanto dogmatismo, tanta hipsteria colectiva. Tanta metáfora y tan poca vergüenza…
Harto del DIY, ¿desde cuándo es digno de admirar hacer las cosas tú mismo?. Eso es una gran estafa.
Lo admirable es conseguir que todo te lo hagan otros, o me van a decir a mi, que a todo el mundo ahora le entusiasma limpiar su cocina, o planchar, o hacer la cama, o conducir. Lo que mola es tener chófer, criados, y negros literarios. O en última instancia, estilo, que es lo que realmente falta por ahí.

Tocar en un grupo de Garaje pop o de Post-punk, hacerte un fanzine (que probablemente serás tú el único que lo lea) o pelártela como un mono en una performance ya no es nada contracultural.
No hay nada nuevo bajo el sol, nada original.
Lo original, no se engañen, no lo busquen… simplemente, no existe. O se extinguió con los dinosaurios.

Odio esta impostura sobre la gran cultura, desde el principio de los tiempos.
Cuando eras joven e impresionable y el profesor de turno en la facultad de Bellas Artes, hablaba sobre el artista, como si fuese aquello la película de los Inmortales.

De esta clase, sólo saldrá uno, decía… Y ese será, ¡un artista!. Mientras todas esas cabecitas entre rastas y pelos de colores, pensábamos al unísono: Ese ser único al que hace referencia mi querido maestro, soy sin duda alguna, yo.

¡Ay, que infelices éramos, y que gilipollas!.

En serio, ¿A cuántos artistas conocemos hoy en día? Cientos, miles, millones…

Sin ir más lejos, nuestros vecinos son unos artistas. Tener unos orgasmos a las cinco y media de la mañana, que desvelan al bloque entero, es arte. Por lo menos a mi me lo parece. Despertando, literalmente, más emociones que la pieza del videoartista que se saca un moco y se admira por ello, o el videoclip tono vintage de un grupo de Garaje pop o de Post-punk que está de moda ese día.

Hay tanto talento en este país, que no se si lo que tengo es un continuo síndrome de Stendhal o una diarrea aguda. Experimento la sensación de noqueo absoluto, cada instante. A la fuerza eso tiene que ser malo. No me considero una persona fácilmente impresionable, pero estos últimos meses me encuentro desbordado entre tanta belleza autoeditable.

No sé hasta que punto nos hemos llegado a creer algunas de nuestras mentiras, sobretodo en ese aspecto existencial del entretenimiento. El arte en general, es tan arbitrario como el fist fucking, o te encanta, o te dá por el culo. Pero en ambos casos depende de lo dilatado que tengas el esfínter, culturalmente hablando, claro.

Me aburren soberanamente este tipo de reflexiones, a pesar de ser viernes, y tener por delante la perspectiva de un fin de semana vertiginoso, con esa agenda cultural tan apretada que no te deja ni respirar.

Mi señora y yo, no solemos tener el chocho para farolillos con el tema del ostracismo en el mundo del arte. No vamos nunca ya a inauguraciones o cualquier otro tipo de eventos que exija hacerle la rosca a una cohorte de bohemios pijos, a los que les aburre todo lo convencional.
Hijos de puta, enteraos ya de una vez, somos seres convencionales, nuestro alquiler no lo paga un Happening de Rirkrit Tiravanija o la esencia primordial de la práctica artística o una galerista travesti.

Se puede decir que somos unos exiliados del arte, como si ya no fuese nuestra guerra, si es que alguna vez lo fue.

A modo de conclusión, y para que vean que la gente común también tiene cultura voy a citar a Marguerite Duras en su inmortal obra Hirosima mon amour (¿alguien se retuerce ya al borde de la arcada?).

El: No has visto nada de Hirosima. Nada.

Ella: Lo he visto todo. Todo.

Queda bastante claro ¿no?.
No te digo nada y te lo digo todo…