martes, 23 de septiembre de 2014

Impares Imparables


Los Caramelos - "Impares imparables" from Manuel Moreno on Vimeo.

En la Rusia castiza amamos los caramelos, que en períodos de cada casi tres lustros, nos regala el señor Charlie Mysterio.

lunes, 22 de septiembre de 2014

La ocasión la pintan calva. O elogio a los sinpelo.

Dicen de los calvos que son atractivos y buenos amantes. ¡Que remedio!

Sí claro. Por supuesto. Cómo no. Con algo ha de recompensarte el karma por la pérdida total o parcial del cabello.

Aunque pensándolo bien, gran parte de la gente a la que admiro profundamente, sufre una alopecia galopante.

Yoda. O la sabiduría mas excelsa de la galaxia bajo cuatro pelos.

Mi bien amado John Waters, cuya cabeza pelona como un melón de Villaconejos sigue siendo tanto o más desternillante e inteligente, que cuando lucía esa grasienta greña parda que le colgaba por debajo las orejas.

Phil Spector. Para servidor, dios en vida, y efectivamente, tan calvo como un mono. Aunque él lo lleva un poquito peor que Johnny o Yoda, y pasa noches en vela cardando sus pelucones en presidio, mientras recuerda con nostalgia el olor de la laca que compartía con su Ronnie en aquellos bolos de las Ronettes, allá por los felices sesenta.

La calvicie pese a lo que muchos piensan, y vengo aquí para desmentirlo. No supone una tortura para todo aquel que la padece. Los calvos al contrario de quienes tienen hemorroides, no sufrimos en silencio. Cuando sufríamos era a grito pelado …y nunca mejor dicho.

No voy a negar que cuando el jardín comienza a secarse, uno lo pasa un poco mal. Pero conlleva consecuencias tanto positivas. Como el ahorro en peines, champús, mascarillas, y demás potingues.
Y a cambio de todo ese dineral que sería empleado en cosmética del pelo, mi biblioteca (como se dice en publicidad capilar), va aumentando notablemente su volumen día tras día.

Los calvos siempre han sido seres admirables. 
Desde el doctor Maligno a Kojak (¿Qué otro hombre de la tele, ha tenido su propia marca de Chupa-chups?). Desde Yul Brynner a tu padre.
O qué decir de otros calvos insignes de la cultura, el arte o el espectáculo. 
Focault, ese cabezón verdadera y literalmente brillante.
Freud, Picasso, Borges, Góngora, Homer Simpson o sin ir mas lejos, querido Fiodor de frente despejada, extensa prosa y tendencia ludópatosuicida.

Calvos tan dispares y temidos como Voldemort. ¡Eso sí es un mago, leñe! y no sus némesis Harry Potter. Niñato con su potra para todo y flequillo de mierdaseca a lo Justin Bieber. 

Calvos tan queridos y esperados, como el de la lotería. ¿Quién no quiere que le toque ese pelón y le caigan unos kilillos en el gordo de navidad…?

Voy a Romper una lanza a favor de la alopecia androgénica masculina.

Hombres de la Rusia más castiza, olvidad las permanentes, la Propecia, las melenas suecas al viento y aquello de peinarse con raya a un lado.

Ser calvo es sinónimo de mejora inmediata. ¿Quién prefiere al Bruce Willis de Luz de luna, frente al Bruce titán de Pulp Fiction? ¿O el belicoso flequillo de Hitler contra el pelado pacifismo de Gandhi? ¿Nadie, verdad?

Sabéis que tengo razón. Porque no habrá mal que cien años dure. Pero a los cien años, todos calvos.
Hasta Falete.


Yul Brynner. Quintaesencia del calvismo elegante.
Sean Connery. Orgullo de cartón.

lunes, 8 de septiembre de 2014

There's a brand new talk But it's not very clear…

Nunca llegaré a entender esta manía absurda de nuevo moderno, que consiste en empeñarse a toda costa en ser una celebridad virtual. una It girl o un It boy, ese ser legendario cuasi mítico por encima del bien y del mal, que determina ahora lo que mola o no. Justo en este momento de baja estima existencial de las masas.

Las funciones de estos individuos en nuestra comunidad, se basan en principalmente en marcar tendencia cual torero exaltando sus atributos en el ruedo del blogging y las redes sociales. Y sí, arremetiendo estocadas de estilo a unas fieras ya domesticadas, sedientas por claudicar en la arena de la moda.

Pero abandonemos por un momento la metáfora para terminar hablando en plata de estos majaderos del famoseo mainstream. 
Sinceramente, ¿alguien cree de verdad que tener estilo es una buena salida profesional? Todavía no conozco a ninguno de estos Its, cotizando su jubilación en la seguridad social por hablar de lo magnifico que resulta un chándal de Miu Miu combinado con unos tacones de Bimba y Lola. O que está de moda estar embarazada y lucir barriga en tus selfies premamá.

Me hierve la sangre y se me dan taquicardias cada vez que veo alguna de estas aberraciones por televisión o en sus tuits patrocinados
Ya, ya sé que son todos unos niños bien. Hijos o nietos de. Pareja de tal otro u otra. O adosados a.  
También sabemos que no necesitarán nunca picar piedra de sol a sol en una cantera. 
Pero señores, al menos un poco de modestia, no eleven esta actividad de mariblogger a status laboral serio, porque me confunden al personal en un delirio pseudofashionista de bon vivant de mierda.

Como decimos en el Imperio Ruso, no hay peor que un pobre harto de pan. Estos pobres (aunque sólo de espíritu), no viven de las entradas proféticas en sus foros de internet. Sino que promocionan cosas. Productos derivados de su imagen retroalimentada por nuestra ignorancia.

Con este alegato, no quiero decir que no existan profesionales del mundo de la moda (que los hay). Ni visionarios o individuos con tendencia natural e innata al estilo. 

Pero bien cierto es, que han aflorado los intrusismos. Ahora cualquier choni o cualquier cani puede mostrar su arte combinando atuendos al mundo entero. Y lo que resulta más preocupante, con un cierto numero de seguidores bastante más considerable que el de muchos pensadores, escritores o filósofos. 

Sólo se me ocurre pensar que aquella frase que decía que el hábito no hace al monje se está perdiendo por completo. Y es muy probable que ahora las monas se vistan de seda y lo blogeen. Si seguirán siendo monas no lo sabemos, pero vestirán de Zara y emularán (en plan low cost) a la mujer de ese futbolista que tiene su propia marca de ropa interior. Para que recordemos siempre que están ahí, que son famosos, y que su nombre aparece bordado encima de tus pelotas.

lunes, 4 de agosto de 2014

Working On My Novel

Hace tiempo que trato de buscar algo excitante que poder narrarles. Pero sinceramente, no dispongo de una vida tan vertiginosa e hilarante, como para aportar algo novedoso a la sobresaturada literatura universal, ni siquiera en forma de un diario o un blog (más o menos íntimo).
Es más, puede que carezca al final de esa imaginación vigorosa que creía poseer.
Y resulta más que probable, que se aburriesen hasta las mismísimas piedras con una prosa, lineal y desierta.
Así pues, nunca podré igualar mi estatus a esa gran masa cooltural que son los jovencísimos autores noveles, cuyas vivencias existenciales me (sobre)superan y me (sobre)fascinan casi de similar manera.
No podré emplear jocoso de mi, esa frase tan recurrente y romántica…
–Tío hoy no puedo salir, Ahora estoy trabajando en MI novela.
Cosa, que me angustia muchísimo. Aunque de igual manera, tampoco dispongo de un contexto propio para poder utilizarla correctamente. No creo que a mi jefa le importase un carajo que escribiese yo una novela. Y mucho menos que se lo diga expresamente a ella. Incluso en ocasiones me pregunto, si es que habrá leído alguna novela en toda su vida como jefa o persona, para poder valorarla igual que valora mis aptitudes (en ese caso la respuesta resultaría completamente negativa).
Una segunda opción podría ser que lo trinase en Twitter. Pero correría el peligro de que Cory Arcangel (que es mucho más listo que todos nosotros), me ridiculizase y archivara, para luego (divina la ironía), aparecer publicado en un LIBRO suyo.
Lo que son las cosas…
Desconozco si cualquiera de los autores cuyos tweets ‘recopiló’ el artista, llegaron a publicar algo parecido a una novela.
Pero por si acaso, y como dicen en mi casa. Si no tienes nada interesante que contar (y por extensión, no eres nada interesante), mejor quedarse callado y escuchar o leer las idioteces de otros.

Sí. Cien veces mejor es ser introvertido que pasar por un completo gilipollas.


viernes, 9 de mayo de 2014

Sympathy for the Devil.

Hoy me he levantado más cruzado que un templario con escozor bajo la armadura.
Cuando me encuentro en este estado de contradicción, me irrita prácticamente todo. Especialmente, aquello que conlleva un esfuerzo de comunicación interhumana.
Para estos días debería existir algún remedio químico (legal, me refiero) que te devolviese simplemente a la monotonía, sin más. Un lobotomizador de venta en farmacias.

No me he considerado nunca como una persona demasiado sociable, pero tampoco disfruto en exceso de la misantropía. Pero sí, existen cosas que odio profundamente, sin motivos especiales y porqué si.
Así son estas cosas. Hay días malos, te dirán. Pero no es eso a lo que me refiero.

Todo comienza cuando por casualidad, te encuentras en el metro a la inútila irritante de tu trabajo, (como si no tuvieses suficiente con soportarla el resto de la eterna jornada laboral). Es entonces cuando se activa el primer filtro: El spam humano. Sí, como el anuncio insoportable que está ahí, sin que tú lo quieras, sin que interese lo más mínimo lo te que diga. Se expande dolorosamente delante de tu campo de visión, y no hay posibilidad de deshacerte de ella pinchando una x por encima de su cabeza. Es más, no puedes tampoco abstraerte y pasar de su culo, porque tienes que asentir, contestar a sus idioteces, y con esfuerzo brutal hasta sonreír tontamente, cosa que provoca fatiga física y agujetas en los carrillos.

Más tarde. Después de un rato (en el que hubieses preferido arrancarte de cuajo los tímpanos antes que seguir aguantando la agudeza exasperante de su timbre de voz). Llegas a la oficina, y re-descubres una vez más, (con gran sorpresa, a pesar de todo), que existe gente que todavía no conoce las propiedades sociales del desodorante (o el jabón en general). Es demasiado temprano para que esto esté sucediendo. 
Tu cerebro, acostumbrado a las rutinas diarias del protocolo de higiene, no procesa tal tipo de información. Entonces me cabreo de verdad. Porqué me gasto un dineral en colonia (y agua corriente), y me esfuerzo en oler bien diariamente. Bastantes horas paso metido en este zulo, como para tener que aguantar impasible la fragancia porcina de todo un departamento.

Los mails de mi jefa (evidenciando su completa incompetencia), no paran de colapsar mi bandeja de correo. Me agota. Sólo ha transcurrido una mísera hora, y tengo que resumir en las respuestas cualquier parida técnica, explicada de tal forma, como si estuvieses escribiendo un nuevo libro de Teo. 

Me percato de repente que es viernes (no es que sea necesariamente sinónimo de bueno), y salgo ligeramente entusiasmado a recepción en busca de los suplementos semanales de la prensa. 
Demasiado tarde amigo. Tu indeseable compañero, ese que llama cuando se aburre repetidas veces a tu extensión, y te saluda siempre con: ¡Hola hermoso! (cual hiriente mantra), te ha arrebatado todos, y cada uno de ellos. Vuelvo a cabrearme de verdad. ¿No se habrá dado cuenta en todo este tiempo, que los contenidos de los suplementos del viernes (generalmente) son culturales, y no revistas del corazón? 
¡Dios! pero si tan siquiera va a dejarme que los huela, antes de reciclarlos en comida para sus canarios.

Más tarde, el mismo tipejo me dice: - ¿Sabes? ha venido Leonor Watling hoy. 
Como si a mi me importase una mierda, ella o la promoción que haya venido a hacer de su película (segurísimo bodrio infumable). 
Acto seguido, me pasa una foto de la amiga, y para terminar de inflarme las pelotas, me pide alegremente que retoque esas ojeras, para la imagen de la entrevista. Llegados a este punto me sorprende que mi cabeza no haya explotado ya, salpicando borbotones de sangre sobre la pantalla y la puta foto retocada de la ¿actriz? ¿cantante? ¿cantriz?

Todo esto no es nada todavía. Si hay algo que odio por encima de todas las cosas es el concepto de simpatía. Cualquiera puede ser un hijo de puta. Pero no es lo mismo ser un hijo de puta normal, que un hijo de puta simpático. De verdad, pensadlo. Es de mal gusto. Lo simpático hiere todo tipo de sensibilidades. Por ejemplo:

- ¿Conocéis al novio de Araceli?
- Ah si, que feo es el pobrecito.
- Pero es muy simpatico…

Creo que no hay nada más chungo que eso. No existe icono alguno de wassap que pueda describir tanto mal.
Y aun así seguimos quejándonos de cosas insignificantes, como nuestro bienestar social. ¡Manda Huevos!

Si me dan a elegir, prefiero que me desmembren tirando un caballo de cada una de mis articulaciones, que recibir fotos de bebés de Anne Geddes. ¿Qué hay de gracioso en un bebé vestido de brécol? Tienes suerte Anne, si esos niños ya hablasen o se defendiesen por si mismos, igual no los encontrabas tan monos como en tus miserables fotografías. Y pensar que la pagan por esos atentados estéticos, me pone de lo más enfermo.

Detesto igualmente, a toda esa gente simpática. Todos esos facebooks humanos, que te abrazan en sudorosa confraternidad (borrachos como piojos), a altas horas de la madrugada, en tu garito favorito, sólo porque están poniendo una canción que también te gusta a ti, y canturreas o bailas. Punto1. Estás invadiendo mi espacio vital. Punto2. Hueles lo suficientemente mal como para invadir mi espacio vital. Punto3. Soy fan de las laceraciones ¿y tú? ¿por qué no te cortas un poco, y dejas de invadir mi espacio vital?
Joder, así no se hacen conocidos. Lo más civilizado para estos casos es dejar que te envíen una invitación para contactar en el limbo de facebook, donde no existen olores ni espacio vital que sea invadido, y todo el mundo es tan terriblemente simpático como un anuncio de Estrella Damm.

miércoles, 30 de abril de 2014

Todos somos macacos…

A la gente sencilla le gustan principalmente tres cosas: El fútbol, las series de televisión, y los selfies. 

Lo sabemos bien, porque todos tenemos Facebook, Twitter, o ambos. Y vivimos sobresaturados entre tanta información acerca de los hábitos de consumo de nuestros semejantes.

Hay demasiada obsesión por el fútbol. Amigos, conocidos, incluso vecinos, de los cuales, nunca hubieses llegado ni siquiera a sospecharlo. 
Pero, este boom balompédico es así desde hace relativamente poco, o eso creo yo. 

Nunca digas abiertamente que aborreces el fútbol, si no quieres ser tratado sin más, como un marica hipster marginal, o una leprosa social. 
Es aconsejable hacerse el sueco cuando se aborda el tema y se presenta la ocasión. 
En ese momento, quizá deberías salir a fumar, alegar una demencia senil transitoria o como último (y doloroso) episodio, huir del bar si fuera preciso. 

Eso sí. En caso de necesidad, para que tu ego masculino o tu vida social queden intactos, plantéate seriamente alguna de las siguientes opciones: 

1. Hazte del Madrid. 
Sobretodo, si te consideras una persona como dios manda. Tradicional, practicante y desahogada (esto último, tampoco es necesario del todo).

2. Hazte del Barça. 
Si eres Pop, entusiasta de la vida (sin entrar en términos antiabortistas), y no te importa lo más mínimo perderte un concierto del grupo Post-punk de moda, en pos de ver a tu equipo en cualquier pantalla del Primavera Sound.

3. Hazte del Atleti, del Rayo, del Numancia, Betis, u otros. 
Te pasas de alternativo y outsider. Estás igual de integrado que el resto de opciones, pero con un ánimo más rebelde y combativo (casi perrofláutico). Probablemente tus amigos te dicen que eres un looser, pero te respetan lo mismo… Además de divertíos mutuamente bromeando con pullitas homoéroticas que demuestren quien la tiene más grande. (La capacidad hegemónica de marcar, me refiero).

Caso aparte, son los seguidores y seguidoras del jugador de turno o el guardameta en boga. No les interesa el fútbol precisamente, pero se alegran la vista con su delantero o trasero favorito. Cosa que me parece, por supuestísimo, de lo más legítima. ¿No se divierten de igual manera otros visitando el museo del Prado, el Thyssen, el valle de los caídos, o un Peep show?

No digo que el fútbol sea cosa exclusivamente de hombres, pero bien es cierto que el tiempo y la historia lo han transformado en un ritual, tanto machista y ciertamente homófobo. 
Sería interesante un estudio sociológico y de género en torno al fútbol, que nos ayudase, por ejemplo a entender noticias como la aparecida ayer en el diario Público:

'…Este domingo un espectador del Villarreal-Barça demostró la teoría de que hay más tontos que perros descalzos, y lanzó un plátano al futbolista Dani Alves. Este abyecto gesto, junto a los gritos de “mono”, son tristemente habituales en los campos de fútbol, donde grupos minoritarios pero ruidosos, nos hacen recordar que el racismo no ha sido totalmente superado. Alves respondió riéndose de la situación y le pegó un mordisco al plátano antes de seguir como si nada…'

A este incidente, (ahora viene lo bueno). Responde Mariló Montero (tan mona ella), comiéndose otro plátano en directo, en su programa de las mañanas. Mostrando de esta manera ¿apoyo? al futbolista insultado… 
La verdad. Uno no sabe qué pensar después pasar ese trago. 
A la postre, no sé que resultará más dañino. Si el fútbol en sí, todo el racismo que subyace o la buena de Mariló y su circo… Sí, es cierto compañero Alves, #todossomosprimates. No por raza, condición o sexo, Sino por gilipollas.


No soy demasiado fanático de la ciencia ficción. 
Bastante fantástica e increíble (en el peor de los sentidos), encuentro ya nuestra pobre realidad. 
En cambio, sí lo soy de las series televisivas de ficción (aunque no de todas, claro está). 
Hace tiempo, mi señora se aventuró a decir que las series son el nuevo cine. Y no se equivocaba en absoluto. Cada vez, existen menos diferencias técnicas, y más actor tránsfuga entre un género y otro. Y sin duda, han pasado de ser un mero divertimento en la parrilla de cualquier canal, al principal sistema de ocio regular para el ciudadano de a pie, gracias a internet.

Todo el mundo tiene su serie. Algunos llevan la suya como las almorranas, y sufren en silencio cada semana. Para otros, son cual ladillas. Se enganchan, te pican de forma insufrible, y finalmente, después de irritarte en tus partes, desaparecen para siempre (o casi). 
El caso es, que muchas veces (la mayoría), incluso tu psiquiatra, estaría de acuerdo contigo en que son una de las terapias más baratas que existen contra el tedio y la fatiga diaria.

Ahora mismo, estamos siguiendo varias series a la vez. Mad Men y Hannibal, para ser concretos. ¿Otra coincidencia fortuita con la teoría de las series como nuevo cine?. Yo creo que no.
En el caso específico de Hannibal. (No hago spoiler a nadie con esto). Ese maricón lo tiene todo. Trajes a medida, un refinamiento tan amanerado que embelesa, una cocina de catálogo. Y para más inri, una excelente técnica componiendo música e interpretando (nada más y nada menos), que el puto clavicordio del siglo XV que tiene casualmente en mitad del salón de su casa de AD, donde podrían vivir sin altercados por el espacio, todas las familias gitanas del Ruedo.

Algún defecto tendrá el doctor Lecter ¿no?. Ah sí, que es un caníbal y come carne humana. 
Vale. Aún con todo, el rotis de pierna que salía en el último capítulo, tenía mejor pinta que las albóndigas de mi madre. Y no nos engañemos, da mucho gustico verle cocinar.

De los selfies, casi que no voy a hablar ahora. Para ilustrar el título, y como una imagen vale mas que mil palabras, ahí van unos ejemplos representativos, que hablan por sí solos, y enseñan sí, lo mejor de nosotros mismos.