viernes, 9 de mayo de 2014

Sympathy for the Devil.

Hoy me he levantado más cruzado que un templario con escozor bajo la armadura.
Cuando me encuentro en este estado de contradicción, me irrita prácticamente todo. Especialmente, aquello que conlleva un esfuerzo de comunicación interhumana.
Para estos días debería existir algún remedio químico (legal, me refiero) que te devolviese simplemente a la monotonía, sin más. Un lobotomizador de venta en farmacias.

No me he considerado nunca como una persona demasiado sociable, pero tampoco disfruto en exceso de la misantropía. Pero sí, existen cosas que odio profundamente, sin motivos especiales y porqué si.
Así son estas cosas. Hay días malos, te dirán. Pero no es eso a lo que me refiero.

Todo comienza cuando por casualidad, te encuentras en el metro a la inútila irritante de tu trabajo, (como si no tuvieses suficiente con soportarla el resto de la eterna jornada laboral). Es entonces cuando se activa el primer filtro: El spam humano. Sí, como el anuncio insoportable que está ahí, sin que tú lo quieras, sin que interese lo más mínimo lo te que diga. Se expande dolorosamente delante de tu campo de visión, y no hay posibilidad de deshacerte de ella pinchando una x por encima de su cabeza. Es más, no puedes tampoco abstraerte y pasar de su culo, porque tienes que asentir, contestar a sus idioteces, y con esfuerzo brutal hasta sonreír tontamente, cosa que provoca fatiga física y agujetas en los carrillos.

Más tarde. Después de un rato (en el que hubieses preferido arrancarte de cuajo los tímpanos antes que seguir aguantando la agudeza exasperante de su timbre de voz). Llegas a la oficina, y re-descubres una vez más, (con gran sorpresa, a pesar de todo), que existe gente que todavía no conoce las propiedades sociales del desodorante (o el jabón en general). Es demasiado temprano para que esto esté sucediendo. 
Tu cerebro, acostumbrado a las rutinas diarias del protocolo de higiene, no procesa tal tipo de información. Entonces me cabreo de verdad. Porqué me gasto un dineral en colonia (y agua corriente), y me esfuerzo en oler bien diariamente. Bastantes horas paso metido en este zulo, como para tener que aguantar impasible la fragancia porcina de todo un departamento.

Los mails de mi jefa (evidenciando su completa incompetencia), no paran de colapsar mi bandeja de correo. Me agota. Sólo ha transcurrido una mísera hora, y tengo que resumir en las respuestas cualquier parida técnica, explicada de tal forma, como si estuvieses escribiendo un nuevo libro de Teo. 

Me percato de repente que es viernes (no es que sea necesariamente sinónimo de bueno), y salgo ligeramente entusiasmado a recepción en busca de los suplementos semanales de la prensa. 
Demasiado tarde amigo. Tu indeseable compañero, ese que llama cuando se aburre repetidas veces a tu extensión, y te saluda siempre con: ¡Hola hermoso! (cual hiriente mantra), te ha arrebatado todos, y cada uno de ellos. Vuelvo a cabrearme de verdad. ¿No se habrá dado cuenta en todo este tiempo, que los contenidos de los suplementos del viernes (generalmente) son culturales, y no revistas del corazón? 
¡Dios! pero si tan siquiera va a dejarme que los huela, antes de reciclarlos en comida para sus canarios.

Más tarde, el mismo tipejo me dice: - ¿Sabes? ha venido Leonor Watling hoy. 
Como si a mi me importase una mierda, ella o la promoción que haya venido a hacer de su película (segurísimo bodrio infumable). 
Acto seguido, me pasa una foto de la amiga, y para terminar de inflarme las pelotas, me pide alegremente que retoque esas ojeras, para la imagen de la entrevista. Llegados a este punto me sorprende que mi cabeza no haya explotado ya, salpicando borbotones de sangre sobre la pantalla y la puta foto retocada de la ¿actriz? ¿cantante? ¿cantriz?

Todo esto no es nada todavía. Si hay algo que odio por encima de todas las cosas es el concepto de simpatía. Cualquiera puede ser un hijo de puta. Pero no es lo mismo ser un hijo de puta normal, que un hijo de puta simpático. De verdad, pensadlo. Es de mal gusto. Lo simpático hiere todo tipo de sensibilidades. Por ejemplo:

- ¿Conocéis al novio de Araceli?
- Ah si, que feo es el pobrecito.
- Pero es muy simpatico…

Creo que no hay nada más chungo que eso. No existe icono alguno de wassap que pueda describir tanto mal.
Y aun así seguimos quejándonos de cosas insignificantes, como nuestro bienestar social. ¡Manda Huevos!

Si me dan a elegir, prefiero que me desmembren tirando un caballo de cada una de mis articulaciones, que recibir fotos de bebés de Anne Geddes. ¿Qué hay de gracioso en un bebé vestido de brécol? Tienes suerte Anne, si esos niños ya hablasen o se defendiesen por si mismos, igual no los encontrabas tan monos como en tus miserables fotografías. Y pensar que la pagan por esos atentados estéticos, me pone de lo más enfermo.

Detesto igualmente, a toda esa gente simpática. Todos esos facebooks humanos, que te abrazan en sudorosa confraternidad (borrachos como piojos), a altas horas de la madrugada, en tu garito favorito, sólo porque están poniendo una canción que también te gusta a ti, y canturreas o bailas. Punto1. Estás invadiendo mi espacio vital. Punto2. Hueles lo suficientemente mal como para invadir mi espacio vital. Punto3. Soy fan de las laceraciones ¿y tú? ¿por qué no te cortas un poco, y dejas de invadir mi espacio vital?
Joder, así no se hacen conocidos. Lo más civilizado para estos casos es dejar que te envíen una invitación para contactar en el limbo de facebook, donde no existen olores ni espacio vital que sea invadido, y todo el mundo es tan terriblemente simpático como un anuncio de Estrella Damm.